Juan Marcos Estarán Peix

Letrado Admón. de Justicia. SCNE Social Barcelona

Es un hecho conocido y sufrido que esta seudo función, denominada también competencia de forma bastante ilusa, denominada también dirección técnica, que se nos atribuye en la LOPJ y en nuestro reglamento, es una función un tanto pintoresca, por esa mezcla de buenas intenciones y realidad surrealista que se produce en nuestro trabajo diario.

Algunos/as presumen que lo llevan bien y otros que lo sobrellevan como pueden, es decir, la cara y cruz de las cosas mediocremente reguladas derivadas del compadreo legislativo, cuando se legisló al respecto para quedar bien con unos y con otros y en general para crear en la oficina judicial el mundo fantástico del mago de Oz.

Desde la vieja época en que la función era más parecida a la de capataz en el cortijo, por aquello de la superior dirección, a la etapa actual en que la dirección se nos atribuye técnicamente honorífica y de “animador cultural de equipo”. Es como la de los viejos hidalgos, que mucha espada y mucho honor pero sin pan en la despensa.

Está claro que quién reguló esta función en la reforma de la Oficina Judicial lo hizo haciendo concesiones a Dios y al diablo en sus múltiples formas, con el resultado por todos conocido.

Nunca es nada fácil organizar el trabajo ajeno, además del propio, pero hay cosas que ayudan y otras que ayudan al hundimiento en todas las organizaciones. En el mundo de la privada no puedo opinar, porque no es mi campo, pero en lo de la pública y en justicia el tema es opinable

Es bien cierto que la inmensa mayoría de los colaboradores /as que a diario trabajan con nosotros/as son tan profesionales como el que más. Además el trabajo en equipo es fundamental para el día a día, como se puede ver en muchos servicios comunes, oficinas reformadas, etc., con excepciones, claro está, nada  ni nadie es perfecto en este mundo.

Sin embargo, en la organización actual de la administración de justicia el papel atribuido al Letrado de la Administración de Justicia (en adelante LAJ) en la dirección del personal de la oficina que tiene a su cargo tiene algunos puntos flojos que producen situaciones pintorescas, como cuando alguien del equipo no aprieta bien la tuerca o se olvida o se equivoca de pieza o la coloca donde no se debe. La pieza sale mal y ya estamos inmersos en un conflicto, con más sombras que luces y bastante más parecido a los de la TIA de Mortadelo y Filemón, donde el papel del superintendente Vicente se parece a veces más al del L.A.J. que al que le atribuye el Reglamento (art 7).

Sin duda, el legislador nos los atribuyó pensando en una dirección técnica, relajante, etc., pero con el tiempo la realidad competencial, etc., recuerda más al juego del corro de la patata que a otra cosa y mucho más estresante o desquiciante, según se mire.

Al carecer de cualquier competencia disciplinaria, aunque fura una simple advertencia, esto es jauja para los irresponsables, negligentes e iluminados que de vez en cuando se dejan caer por los juzgados y las oficinas judiciales y que son puestos bajo nuestra dirección “técnica” de la nada.

Hay películas de terror que son ficción pero hay L.A.J que conozco que a consecuencia de situaciones provocadas por inútiles declarados todavía tienen pesadillas por las noches, del terror real vivido en su oficina, y ven fantasmas debajo de la cama en forma de cientos de subdirectores/as generales de personal, pidiendo informes, informes…, uhhhh. Se sueña con el informe del día siguiente, del siguiente…

Veamos, ya sabemos que al carecer de cualquier facultad sancionadora, el procedimiento son los informes dando cuenta al órgano competente en materia del personal, Ministerio o CC.AA. Los hechos pueden ser por varias causas: retrasos, negligencias, perjuicios a terceros, mal comportamiento, quejas de terceros, etc. En fin, lo que señala la legislación y se cumple con una obligación que tenemos, pues si hay otras consecuencias, también se nos será pedida cuenta.

Pero el mundo de los informes en estos temas es alucinante en la mayoría de los casos. En muchas ocasiones son como mandar cartas a los Reyes Magos y te encontrarás por la mañana carbón envenenado. En otras es el comienzo de una literatura administrativa, conflictiva, desquiciante, esquizofrénica, por decir algo, con el superórgano encargado de personal y sus tres mil subdirecciones generales, comisiones, expertos en riesgos laborales, etc.

Y mientras “Alien” anda por ahí… y que no te pase nada. Es como si los informes, avisos, llamadas, etc., la hicieras a un ente espacial… Yo creo que en algunos casos piensan que lo hacemos por “hobby”, otras que eres un nuevo surrealista que describes “cosas”, que son elucubraciones fantásticas, otras veces de forma mas indirecta pues te dicen que te lo soluciones tú, etc., y en otras que el que te contesta no ha pisado un juzgado en su vida y está allí pues porque alguien lo puso

Bueno pues para solucionar estar cosas se han creado, y organizado cursos de formación, de habilidades directivas, de gestión  de conflictos, etc., que me parecen muy bien Se han potenciado estos cursos, con el buen propósito de mejorar los conflictos presentes y futuros en que el L.A.J. se pude ver incurso en la oficina “fantástica”.

Es una buena idea, nadie lo pone en duda, salvo que la realidad supera en la mayoría de los casos la ficción. Son cursos tranquilizadores para el ánimo, no cabe duda, sin embargo tienen una pega, a mi criterio, están pensados para aumentar la venta de pólizas de seguros (con respeto a los vendedores de seguros), no para gestionar una oficina judicial.

Tendrían que estar orientados a la resistencia psicológica de las situaciones surrealistas que se producen en la administración. Sobre todo deben estar encaminados a dirigir el corro de la patata, para no quedarte sin  la silla. Ya se sabe que los grande gurús de la empatía se forran contando historias. Pero confunden el servicio público con el marketing.

A fin de cuentas lo público se rige por leyes y reglamentos y tiene como fin dar servicio al ciudadano, no buscar beneficios y convertirnos en el “vendedor del mes”, o algo por el estilo. Y para esos la gestión debe ir acompañada de incentivos adaptados a la realidad pública, donde no hay primas ni premios.

Pero también de que no se tome a los L.A.J., cuando ponemos en conocimiento situaciones preocupantes o inquietantes. Para ello, nuestros informes, como mínimo deberían ser vinculantes y tenerse en cuenta a la hora de valorar situaciones gravosas. Indudablemente quien informa debe responder, si lo hace por otros motivos, pero no como ahora que estos informes son papel mojado en la mayoría de las ocasiones.

Y no olvidemos casos recientes, donde la falta de respuestas de los gestores de personal sobre casos graves ha tenido consecuencias negativas para el L.A.J. Y dichos gestores, eluden la responsabilidad, como quien huye de la peste, y bien que en su momento reclamaron la gestión de medios.

Por ello, si se hacen reformas, y quieren que dirijamos con efectividad las oficinas judiciales, cuando menos que nuestros informes sobre irresponsables declarados o manifiestos sean vinculantes o tomados más en serio, además de que podamos también hacer advertencias en forma como última ratio, más que nada para que la dirección de personal no sea honoríficamente empática, irreal y ficticia.

Barcelona a 31 de mayo del 2016